Mateo Menaché

7 de nov de 20201 min.

Revoltijo

Bastó un sonido estomacal para que naciera. Ella era inocente pero independiente, se la podía catalogar como ingenua e idealista; a la vez, había vivido todo y emanaba experiencia. Era revolucionaria, práctica y minimalista; ella pensaba que jamás la podrían deglutir como algo distinto a su esencia. Era anti-dogmática y hermosa, quien sea que la veía se enamoraba de ella. Un día, se empezó a cuestionar a sí misma y cayó de manera industrial en la gran depresión. "Pero si yo soy el punto que contiene a todos los puntosse decía, “¿por qué debo sentirme así?”

Ella sentía que algo se acercaba y temía lo peor, sería deglutida. Otro pequeño punto se le aproximaba, ella ya no era el todo, comprendió que había más pero lo negaba.

Lloraba y buscaba formas de que su esencia permaneciera; el otro punto le parecía aborrecible, finalmente no logró hacer nada. La convergencia surgió en un estallido pirotécnico de lo que ella llamaba esencia.

Alguien nuevo había nacido, algo más revolucionario e innovador de lo que ella jamás podría haber concebido: seguía siendo ella pero mejor, totalmente deconstruida y con una fragancia novedosa. Era más diversa, más divertida, aún inocente y atrevida.

Finalmente pegó toda su identidad con pegamento y siguió considerándose a sí misma como “el todo”. Era natural dada la conciencia que poseía pero al menos ahora comprendía que era un todo de muchos.

Mientras ella albergaba vasta y diversa vida, soñaba y ansiaba con el día de la siguiente convergencia. Sabe que eso sí sucederá en un futuro pero hasta hoy, jamás pudo descifrar qué de nuevo traería.

Fin.

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